Las rúbricas permiten conocer
otra perspectiva en el ámbito de la evaluación: los estudiantes pueden
autoevaluarse y el profesorado les indican cuáles son los criterios a seguir
para conseguir buenos resultados. Dos docentes, expertas en este ámbito, nos cuentan
qué son las rúbricas, cómo aplicarlas en el aula y cuáles son sus beneficios.
Al igual que los métodos de enseñanza-aprendizaje están cambiando
colocando al estudiante en el centro y acordando nuevas formas para asimilar
los contenidos, los sistemas de evaluación también evolucionan. De las
herramientas tradicionales, como los exámenes, surgen varias alternativas:
las dianas de autoevaluación, los exámenes colaborativos, los dosieres de aprendizaje o las
rúbricas, los cuales tratan de evaluar, no solo los conceptos teóricos y que
han sido memorizados o entendidos por el estudiante, sino otros que también
influyen en el aprendizaje como el trabajo en equipo o la capacidad para
argumentar de forma lógica.
En este caso, analizamos las rúbricas de la mano de Rosa Liarte, docente de
Historia en el IES Eduardo Janeiro en Fuengirola (Málaga) y Laia Lluch Molins, del
departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de
Barcelona bajo tres parámetros: qué son, de qué forma se usan en el aula y
cuáles son los beneficios para docentes y alumnado.
¿Qué son las rúbricas de evaluación?
Rosa Liarte cuenta que cuando comenzó a trabajar en el ámbito educativo
se dio cuenta de que los resultados que obtenían sus estudiantes no eran los
que ella esperaba: “Al recibir los resultados finales, veía que mi alumnado no
contemplaba cosas que yo sí tenía en cuenta al corregir el proyecto. Por eso,
cuando devolvía los trabajos, algún estudiante me cuestionaba el por qué de esa
nota”. Una alumna le indicó que no sabía qué faltaba porque la docente no se lo
había comunicado previamente. Esto le hizo pensar acerca de los métodos de
evaluación tradicionales introduciendo así las rúbricas en el aula.
Las
rúbricas son una herramienta que ayuda a evaluar el aprendizaje del alumnado
haciendo que los propios estudiantes también conozcan sus errores mediante la
autoevaluación. “La rúbrica en sí es un documento que describe distintos
niveles de calidad de una tarea o proyecto, dando un feedback informativo al
alumnado sobre el desarrollo de su trabajo durante el proceso y una evaluación
detallada sobre sus trabajos finales”, describe Liarte.
De
acuerdo con Liarte, Laia Lluch Molins define las rúbricas como una herramienta
para la evaluación y, en ocasiones, para la calificación que permite evaluar
cada una de las competencias de forma detallada: “Es un instrumento idóneo
especialmente para evaluar competencias, puesto que permite diseccionar las
tareas complejas que conforman una competencia en tareas más simples
distribuidas de forma gradual y operativa”.
¿De qué forma
se usan en el aula?
Las
rúbricas son útiles como instrumento
de aprendizaje entre los estudiantes ya que permiten
evaluar su trabajo y el de los demás. “La rúbrica siempre tiene que ser
entregada al alumnado antes de comenzar el proyecto o tarea y tiene que tener
dos elementos: una columna vertical que contemple los criterios de evaluación
de dicho proyecto o tarea. Y una columna horizontal con los grados de calidad
de esos criterios, qué sería lo insuficiente, lo mediocre y lo mejor de los
mismos”, explica Liarte.
Una herramienta que, como
indica Lluch, guía al
alumnado haciéndole partícipe de su aprendizaje y el nivel que
se espera que alcance. “E incluso se pueden elaborar conjuntamente con los
estudiantes para que estos se apropien de los criterios”.
¿Cuáles son sus beneficios?
Para
Lluch el principal beneficio de este método es la percepción que los alumnos
tienen de su aprendizaje. “Es a partir de las rúbricas de evaluación, como guía
o hoja de ruta de las tareas o actividades, y sin un uso mecánico de las
mismas, que se muestran las expectativas que tanto el profesorado como los
estudiantes tienen y comparten sobre una o diferentes actividades, organizadas
en diferentes niveles de consecución: desde el menos aceptable hasta la
resolución ejemplar”.
Relacionado con ello, la docente universitaria
facilita una lista de características que conforman las rúbricas y con las que
se consiguen beneficios en el ámbito de la evaluación, tanto para docentes como
para el propio alumnado:
Plantean y dan a conocer, desde un principio y
durante todo el proceso, los criterios de evaluación de una tarea o actividad,
los cuales deben estar vinculados a los resultados de aprendizaje pretendidos.
Muestran expectativas de desarrollo de las diferentes
actividades en relación con los diferentes grados de consecución.
Permiten al estudiante monitorear la propia
actividad, autoevaluándose, y favorecen la adquisición de responsabilidad ante
los aprendizajes.
Aumentan la transparencia de la evaluación,
esto es, reduce la subjetividad de la evaluación entre los diferentes agentes
evaluadores. Y, en consecuencia, la percepción de justicia en dichos procesos.
Pueden emplearse para dar feedback, casi
inmediato, a los estudiantes, en el marco de una evaluación formativa y
continuada. Permiten acortar sustancialmente el tiempo de retorno en ofrecer
unos resultados cuantitativos y cualitativos basados en estándares conocidos
previamente al desarrollo de la tarea.
Liarte concluye que el principal beneficiario de
este método es la propia forma de evaluación: “El alumnado será evaluado de
forma objetiva y coherente; mientras que el profesorado puede especificar qué
espera del estudiante y cuáles son los criterios con los cuales se va a
calificar un trabajo”.
Fuente: Eduación 3.0