Cada uno de los seis desempeños se valora empleando una rúbrica o pauta
que permite ubicar al docente evaluado en uno de los cuatro niveles de logro
siguientes:
› Nivel I (insatisfactorio)› Nivel II (en proceso)
› Nivel III (satisfactorio)
› Nivel IV (destacado)
Los niveles III y IV están formulados en términos positivos; es decir, se enumeran
las conductas o logros que el docente debe demostrar para ser ubicado en alguno
de dichos niveles. En ocasiones, incluso se exigen evidencias relacionadas al
comportamiento de los estudiantes (por ejemplo, que sean respetuosos entre
ellos, que estén ocupados en actividades de aprendizaje, etc.). En el nivel II, en
cambio, se señalan tanto logros como deficiencias que caracterizan al docente
de este nivel.
Finalmente, en el nivel I, se ubican los docentes que no alcanzan a demostrar
siquiera los aspectos positivos o logros del nivel II.
Algunas conductas inapropiadas del docente pueden ser suficiente motivo para
ubicarlo en el nivel I. Estas conductas, por su gravedad, conllevan a marcas con
consecuencias adicionales en el proceso de evaluación. Por ejemplo, el uso
de mecanismos de maltrato que pueden poner en riesgo la integridad de los
estudiantes.