Hacerles sentir que son valiosos, crear un rincón de las
emociones o saber cómo conectar con los estudiantes. Estos son algunos de los
elementos clave para convertir las aulas en lugares pacíficos donde no existan
los conflictos, según la psicóloga Sonia Fernández Becerra.
En muchas ocasiones
es difícil pensar que una educación basada en la escucha puede funcionar en el
aula. La realidad es que sí se puede conseguir; ahora bien, poniendo mucho de
nuestra parte: es necesario tener paciencia y que el adulto sepa auto-regular
sus propias emociones, ya que muchas veces es complicado ayudar a un solo niño
cuando hay 24 o 30 más esperando. Además, hay que tener en cuenta el factor
familiar que siempre afecta al estado del estudiante que el docente tiene en
clase.
Partiendo del hecho de que tanto a los
adultos como a los niños les gusta ayudar a los demás y solucionar problemas,
nos podemos apoyar en un modelo de educación pacífico basado en las siguientes
claves:
1. Haz
que se sientan valiosos
A nadie
le gusta que le obliguen a hacer cosas y los niños no son menos. ¿Habéis
probado a hablar con ellos para saber qué necesidades hay en el aula? Imagina
una clase en la que las normas estén puestas por tus alumnos. Seguramente,
conocen muchas normas como tirar papeles a la papelera, respetar el turno de
palabra o escuchar mientras el maestro habla.
Cuando les preguntes
qué reglas pondrían, lo más probable es que te den más de las que puedas
imaginar. En el momento en el que involucres a los estudiantes de forma que se
sientan responsables de lo que ocurra en el aula serán más participativos y
respetuosos hacia estas reglas. Recuerda no exagerar ni poner una gran
cantidad. Mejor pocas y que las puedan recordar. En alguna ocasión las tendrás
que revisar con ellos y modificar o añadir nuevas. Hazlo según el desarrollo de
las clases lo permita.
2.
Sé modelo a seguir
Ante una situación en
la que te desbordes, sientas irritación y alces la voz, los niños te copiarán.
En cambio, si hablas de forma calmada y transmites que existe solución ante lo
ocurrido, y que lo podéis solucionar en conjunto, aprenderán de forma más
rápida a regular las emociones. El ejemplo que seas, será lo que ellos
reproduzcan. Hay que atreverse a pedir perdón cuando uno se haya equivocado, a
respetar y escuchar. Entonces, ellos harán lo mismo contigo.
3.
Conecta con ellos
Los niños vienen de casa con unos modelos
aprendidos, el de su madre y el de su padre, y cuando llegan a la escuela
aparece un nuevo adulto al que seguir: tú. Hay que acercarse al alumno con
naturalidad para conectar con él. En el momento en el que percibas que el niño
se desbarata, conecta para recobrar la seguridad que sentía antes, muchas veces
con eso basta y se consigue recuperar el ritmo de la clase. No es fácil parar
una clase responder a la necesidad de un solo estudiante cada vez que lo
necesite, tú eres uno, ellos casi 30 y el un tiempo muy limitado.
Hay que crear una relación
genuina con todos los alumnos y asegurarse de que cada día se conecta con cada
uno, aunque sea en diferentes momentos a lo largo de toda jornada. Hay que
empatizar, hacerles sentir que son escuchados y respaldado, que vean en el
docente un punto de referencia. De esta manera, cuando se avecine alguna
preocupación o dilema, se sentirán más preparados para compartirla, más
calmados y la solución llegará mucho antes. Se puede probar con algo que dé
risa o que piensen que es una bobada, ayuda a disminuir la tensión del momento
y a que cooperen.
4.
Retiros en grupo
Prueba cinco minutos antes de empezar las
clases, con un grupo de niños, a escuchar qué les preocupa. Os sentáis en corro
y habláis de forma totalmente libre para que transmitan sus inquietudes. Es
fantástico ver que después de soltar lo que llevan dentro, se sienten más
relajados y enfocados en la tarea. Muchas veces lo que necesitan es solo eso,
‘soltar’ y ser escuchados.
Palabras de apoyo como “tiene que ser duro”,
“eso es muy injusto”, “a mí tampoco me hubiera sentado bien”… hacen que se
sientan reconfortados, aliviados. Además, ayudan a fortalecer esa conexión
auténtica docente-estudiante.
Empatizar con ellos ayuda a ver la historia
desde otra perspectiva. Cuando un niño grita mucho en clase, o es muy activo,
tal vez sea porque necesita descargar la energía que tiene. Una vez se ha
descubierto has descubierto la raíz, es posible empezar a trabajar a partir de
ahí.
5. El rincón de las
emociones vs la silla de pensar
Una vez que un niño se alborota, necesita de
una guía para restablecer su equilibrio. El tiempo fuera o la silla de pensar
no ayudan a que reconozca sus emociones, si no a que las reprima y no sepan
regularlas.
Crea un ‘Rincón de las Emociones’ o ponle el
nombre que más te guste. Con este ejercicio se propone que el alumno en lugar
de sentir bochorno por lo que está pasando, encuentre un espacio en el que pueda encontrar su lugar interior. Hay que
invitarles a que hablen sobre qué les ayuda a tranquilizarse cuando se sienten
incómodos, y a practicar para que puedan encontrar esa calma que hay dentro de
ellos mismos.
En este
rincón pueden ponerse varios recursos que ayuden:
-Lápices
para que dibujen al monstruo que representa su ira, y luego guardarlo en una
caja porque su ira ya ha desaparecido.
- Cojines
para que puedan meditar.
- La
botella de la calma, con agua dentro, purpurina y colores que van moviéndose
lentamente.
- Globos
para que infle uno poco a poco hasta que explote. Explícale que así es como
debe descargar su ira, poco a poco.
- Muestra
el “El cuento de la tortuga” o haced vuestro propio cuento que hable
sobre el autocontrol.
Cuando se
percibe que un niño siente ira o necesita un cambio emocional hay que
preguntarle si le ayudaría sentarse en el rincón de las emociones. Cuando
acepte, deja que esté listo para volver a su lugar una vez se haya calmado y
haya realizado al menos una de las actividades propuestas. El rincón se puede
adaptar con las actividades y técnicas que cada docente vea que funcionan
bien en tu aula.
6.
Qué esperas de tus alumnos
El efecto Pigmalión demuestra
que lo que tú digas a los niños creará en ellos un gran impacto en la forma de
percibirse a sí mismos. Esto quiere decir que en la forma que te comuniques con
tus alumnos y les digas lo valiosos que son repercutirá en que tengan una autoestima
más alta. También a que puedan conseguir ciertos objetivos que sin ese apoyo
que se les brinda sería más difícil de alcanzar.
Hay que beneficiarse de esto y creer en
ellos. Premiar todos sus resultados, aunque no hayan conseguido el objetivo. Lo
importante es el esfuerzo y con el apoyo que se le brinde mejorarán
indudablemente.
7. Resolución de
conflictos
Cuando un niño actúa de forma indebida,
empujando a otro por ejemplo, tiene la oportunidad de reparar el daño hecho.
Una vez más, hay que con la clase y plantear preguntas del estilo. ¿Cuál es la
mejor forma de solucionar lo que ha ocurrido? ¿Castigando o ayudando a reparar?
¿Cómo hacemos para que los dos hablen expresando lo que necesitan sin agredir
al otro? Los alumnos son fuente infinita de sabiduría y darán mil soluciones al
respecto. Hay que terminar la resolución de forma que se aborde el altercado y
se puedan prevenir sucesos similares, y evitar el castigo como manera de
solucionar el altercado.
Personalmente,
me ha funcionado siempre mucho mejor con los niños en clase agacharme, ponerme
a su altura, mirarles a los ojos y preguntarles con un tono suave: ¿cómo te
sientes?, ¿crees que puedo hacer algo para ayudarte? Recuerda que para
conseguir la paz en clase, es primordial escuchar las necesidades de los
estudiantes.
Proponer
que establezcan las reglas es mejor que imponerlas, sé un buen modelo a seguir,
dedica cada día un momento para conectar individualmente, realiza retiros
diarios en grupo, establece un rincón emocional, cree en ellos y en su valía, y
dales la oportunidad de pensar soluciones ante situaciones conflictivas.
Para
concluir, dejo con esta maravillosa frase de Olivier Reboul: “Educar no es
fabricar adultos según un modelo, sino liberar en cada hombre lo que le impide
ser él mismo, permitirle realizarse según su genio singular”.
Fuente:
Educación3.0